sábado, 24 de junio de 2017

Castigo:



Pude ver a través de la oscuridad de tus ojos y tu sonrisa dibujada con malicia los acompañaba, tan juguetona y necesitada de juicios incomprendidos. Ni un susurro podría haber roto aquel momento de abstracción donde pude ver la ira que florecía en tu mirada, aquella que me hacía temblar de miedo, aquella que evitaba que no me siguiera allá donde iba, ni siquiera en sueños, eso era lo peor. Quería evitar necesitarte a pesar del pánico que provocabas en mí, de la tristeza que evocabas en mi interior y la sensación de inseguridad que podía contemplar mientras permanecía amordazada con la cabeza gacha y mirando mis manos manchadas de la sangre que emanaba de los cortes que me hiciste hacía unas horas en ambas muñecas.

Sabía qué hacías en la habitación contigua, no era muy difícil de adivinar. Intentaba respirar pero no podía hacerlo con normalidad, me habías roto un par de costillas y era difícil inhalar aire normalmente, te habías convertido en mi peor pesadilla. Esperaba no estar cautiva entre tu rabia y tus increíbles ansias de matar, de sentir la sangre correr hacia el suelo, pudiendo observar ante tus ojos que podías por fin ser libre. Lo que no podía entender todavía era por qué continuabas haciéndome daño, sin matarme, me dabas latigazos cuánto querías y eran más fuertes y frecuentes cuando te sentías enfadado o frustrado por algo que te había ocurrido, lo sabía simplemente, aunque no me lo dijeras. No sabía por qué empecé a sentirme tan atraída por ti que tan solo quería verte bajar por esas mugrientas escaleras con el cinturón que siempre me hacía gritar; el hecho de que me hubieras amordazado no facilitaba las cosas.

No podía hablar, ni sonreír, ni siquiera mirarte a la cara por temor de que pudieras hacerme más daño, quería permanecer el máximo tiempo posible viva, como es evidente. Recuerdo que, cuando nos conocimos en aquella taberna a las afueras de la ciudad, querías meterme mano y me negué a ser tu posesión, a andar con un desconocido que no quería otra cosa que mantener relaciones sexuales con todo lo que se moviera, el decirte que "NO" me costó bastante caro, es algo que permites que pague cada día de mi vida. Intento concentrarme en momentos felices que he pasado con mis hermanas, sobrinos, familiares en general... para no volverme completamente loca, para no preguntarme de forma constante qué es lo que me atrae tanto de ti, que me maltratas o que me prestas más atención que las personas que me rodean. Me siento tan sometida que jamás hubiese pensado en llegar a este punto, a estar sentada en una silla sucia y manchada de mi propia sangre intentando en todo momento luchar por mi propia vida.

Nunca dices nada, pero no tienes que hacerlo. Tus ojos negros muestran tu inexpresividad, lo que indica que no has tenido sentimientos ni esperemos que los tengas; eres antisocial aunque intentas mantener la normalidad por todos los medios posibles para no levantar sospechas de ningún vecino y mucho menos de la policía; te satisface que las víctimas griten, te excitas con solo pensarlo y crees que masturbándote delante de ellas van a sentir algo por ti como nadie lo ha hecho con anterioridad; mataste a tu familia en cuanto tuviste oportunidad porque no soportabas los constantes maltratos que te producían, te sentías una paria y decidiste salir por la puerta grande; tus labios finos y apretados muestran tu determinación ante las situaciones, que sabes perfectamente por qué haces lo que haces, nadie te tiene que pedir explicaciones; tu cabello negro echado hacia atrás es capaz de transmitir esa prepotencia que fluye en tu interior, ese machismo que hace que controles cada situación en la que te encuentras; y, ese cuerpo tan cuidado, es porque crees que va a quererte alguien, eres incapaz de controlar tus impulsos y terminas matando todo lo que tocas. No es difícil leerte, lo difícil es permanecer sentada en un lugar tan lúgubre como este e intentar convencerte a ti misma de que algún día podrás salir de aquí, mientras cada noche amenazas con meterme el cañón de esa preciada pistola que siempre llevas en el cinturón y que muestra tu seguridad, en mi boca para alertarme de que, en cualquier momento, apretarás el gatillo sin importar nada más que tú mismo.



Escrito por: © Laura Perelló Sanz.

Podéis visitar mis blogs:
www.trackontime.blogspot.com

www.trackontimecharacters.blogspot.com
www.trackontimediary.blogspot.com

2 comentarios:

  1. Excelente micro, Laura. Su punto de vista es ambidiestro. Usted está en su cabeza por lo menos tanto como él ha conseguido en el suyo y usted ha expresado ambos muy bien. Además, su uso de la palabra "lúgubre" es significativo. Es una palabra que amplifica la desesperación del narrador, así como un párrafo entero.

    Que tengas una buena semana.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Muchas gracias por tu comentario, Paula, como siempre aprecio tus palabras. Me alegro de que te guste esa visión de una mente retorcida.

      Un besillo.

      Eliminar